Ale la bombardeó con preguntas, una tras otra. Era palpable que estaba preocupada. Lágrimas comenzaron a rodar por los ojos de Julia.
—Está… está enfermo, Señorita Gavira. Por favor, sálvelo. No sobrevivirá si no consigue ayuda —le rogó Julia a Ale, tirándose al suelo de rodillas.
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