Su rostro era una mezcla de lágrimas y los mocos le salían por la nariz. Era una escena desgarradora. Los hermosos ojos de Juan se entrecerraron. Miraba el dedo regordete de la niña, y vio una herida roja y su expresión se ensombreció.
—¿Quién te hizo esto? —le preguntó, quitándose el corbatín para rodearle el dedo.
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