Teo, que estaba sentado junto a Sansón, movió un poco el cuerpo mientras su mirada recorría por un instante a Rosalía. El viento soplaba tan fuerte que casi podía saborear el agua salada del mar en sus labios. Al ver eso, Rosalía se quedó en silencio, de manera extraña, cada vez estaba más decidida a protegerlo.
Pronto llegaron al Palacio de Terán. Como era de esperar, Sandro estaba esperando en la entrada. Cuando los vio, enseguida hizo un gesto para que el personal entrara en acción. Alguien se adelantó y sujetó a Teo una vez que bajó del auto.
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