—Señorita Heredia, ¿encontró algo? —preguntó el guardaespaldas cuando se dio cuenta de que su mirada intensa.
Sabrina no contestó. Por un momento fugaz sintió la necesidad de exponer a su depredadora; quien sea que se atreviera a lastimarla tenía que pagar. Pero la idea de su hermano sufriendo en la habitación detrás de ellos provocó que guardara silencio. Tragándose sus palabras, sus dedos apretados comenzaron a relajarse.
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