Se hizo el silencio en el salón de baile. Incluso Miriam, que estaba a punto de arremeter contra Sebastián, se calló al ver la estruendosa mirada de este.
—¿Así que por eso no quiso asistir al baile conmigo? —murmuró. La ira creciente era como un infierno ardiente que amenazaba con hervirle por dentro.
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