Solo entonces Jacinto resopló con frialdad y se alejó a pisotones, sostenía su bastón.
Sebastián permaneció inexpresivo y estaba a punto de marcharse también cuando escuchó a Demetrio gruñir de dolor. Este arrastraba su pierna herida detrás de él. Sebastián se detuvo en seco antes de darse la vuelta y sujetar el brazo de Demetrio.
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