Capítulo 4 Su identidad está expuesta
Hernán se quedó sin palabras. En cuanto a Sandra, enfureció al escuchar las palabras de Alexandra.
—¿Qué dijo? ¡La reto a que lo repita!
Había un tono de amenaza en su voz penetrante. Sin embargo, Alexandra no se molestó en siquiera voltearla a ver. De hecho, salió de la oficina sin pestañear. Sandra era una p*rra que no merecía hablar con ella.
—¿Qué es esa actitud? ¿Está loca? ¿Está renunciando a su trabajo?
—Oh, Señora Heredia, por favor no se lo tome en serio. Creo que ha habido un malentendido. Le explicaré a la Doctora Nancy de inmediato y me aseguraré de que trate al Señor Heredia mañana. No se preocupe por eso.
Agitado, Hernán le explicó a Sandra para calmar su ira antes de ir tras Alexandra.
«¿Esta mujer es la Señora Heredia ahora? Así que el Señor Heredia es mi paciente, ¿eh? ¡Cómo se atreven a pedirme que trate a ese hombre! Han pasado cinco años y estos dos desgraciados siguen vivos y coleando. Ambos deberían irse al infierno. ¿Por qué debería siquiera tratarlo?».
Al escuchar fragmentos de su conversación, Alexandra aceleró su paso para abandonar el lugar. No se había dado cuenta que todo su cuerpo temblaba de ira y que estaba apretando los puños con tanta fuerza que sus nudillos se habían vuelto blancos. Corrió hasta su auto y cerró la puerta de golpe, enterró la cabeza en el volante mientras cerraba sus ojos enrojecidos.
Pensó que ya se había olvidado del pasado, pero el ver a Sandra le hizo darse cuenta de que la herida en su corazón no se había curado. El odio todavía hervía en ella y quería apuñalar a esa mujer hasta la muerte en ese mismo momento.
«Sebastián Heredia, no tienes derecho a pedirme que te salve. Prefiero salvar a un perro que al hombre que sacrificó la vida de sus hijos por su supuesto amor».
Después de un largo rato, finalmente volvió en sí y regresó a casa.
Sus hijos ya estaban dormidos cuando llegó a casa.
Alexandra sabía que siempre podía contar con Mateo. No solo había cenado con Viviana, sino que también le había dado un baño. Los dos ahora estaban acurrucados juntos en la cama.
—Mami, ¿ya regresaste? —murmuró mientras dormía.
Alexandra tocó su frente.
—Sí, ya regresé. Buenas noches, cariño.
Mateo se dio la vuelta y continuó durmiendo.
Alexandra no pudo evitar curvar los labios en una sonrisa sincera mientras acomodaba la manta alrededor de ellos. Por un momento, los miró con amor antes de salir de su habitación para su estudio.
—Perla, ¿Ya te acostaste?
—Todavía no. ¿Por?
—¿Puedes hacerme un favor? Ve al hospital mañana por la mañana y...
Alexandra habló con Perla Fernández, su mejor amiga, por teléfono mientras reservaba tres vuelos a Jetroina en Internet.
...
En la suite penthouse del Hotel Hilton ubicado en el centro de la ciudad.
Con una expresión sombría, Sebastián miró a la mujer, que estaba sollozando desde que había regresado.
Estaba sentado en el sofá con las piernas cruzadas. Con su camisa blanca y con una corbata negra, el hombre tenía un aire distinguido.
Se volvió aún más encantador, aunque habían pasado cinco años.
—Señora Guardia, ¿quiere decir que Hospital Claridad no tiene un médico para nosotros? ¿Los rumores estaban equivocados? ¿No es un hospital de renombre?
Lucas, el asistente del Presidente, preguntó después de ver a Sandra llorando.
Si uno había prestado atención, uno habría notado que se había dirigido a Sandra como la «Señora Guardia», no como la «Señora Heredia».
—¡Así es! Su actitud fue atroz. La medicucha comenzó a regañarme después de que pedí varias consultas. ¡Dijo que nunca tuvo la intención de tratar a Sebastián!
Sandra relató lo que sucedió en el hospital de una manera exagerada.
Al escuchar eso, los ojos de Sebastián se oscurecieron.
—¿Quién es ella?
—¡Nancy! Escuché al Señor Jiménez llamarla Nancy. Dijo que ella es la única Doctora en el hospital que conoce la Medicina Tradicional Oriental, respondió Sandra con entusiasmo.
La hostilidad en sus ojos apenas estaba escondida. Esperaba que pudieran llevar de inmediato a Sebastián con Alexandra para que este pudiera hacerla pagar por su grosería.
«Nancy, ¿eh?».
La cara de Sebastián estaba turbia.
Había sufrido de insomnio crónico durante años y solo podía conciliar el sueño con la ayuda de medicamentos. Sin embargo, todos sabían que sería perjudicial si tomaba tal medicamento a largo plazo. Provocaría efectos secundarios significativos como una alteración del estado de ánimo y un dolor de cabeza agudo, que podría ser tan insoportable que el paciente terminaría teniendo un arrebato de ira.
Fue por eso que Sebastián recurrió a buscar ayuda en el Hospital Claridad.
Sus ojos brillaron con una intención asesina cuando escuchó que una médica mezquina se negó a tratarlo.
—Lucas, investiga a esta persona llamada Nancy. Quiero saber quién es ella.
—Sí, Señor Heredia.
—Y también, pídele a Hernán que venga a verme.
Sebastián se refería al Director del Hospital Claridad.
Lucas cumplió de inmediato. En cuanto a Sandra, una sonrisa malvada se coló en su rostro en el momento en que Sebastián dio sus órdenes.
«Nancy, eres solo una Doctora mezquina. ¡Te haré pagar por ir contra mía!».
...
Por otro lado, el sueño de Alexandra se vio interrumpido por los pensamientos de su encuentro con Sandra ese mismo día.
Aun así, no se dio cuenta de que la pantalla de su teléfono, que estaba en modo silencioso, se iluminó varias veces a lo largo de la noche. A la mañana siguiente, cuando fue despertada por la alarma, solo descubrió que había ocho llamadas perdidas. Ella despertó al instante.