―No será necesario. ¿Por qué llamarlo? No es que no vaya a venir. ―De nuevo, le dio la espalda y se enfurruñó.
Salomón dejó escapar en silencio un suspiro de alivio. Sin embargo, su reacción le divirtió. Ver a esta dama dar su brazo a torcer por una vez era, de hecho, un espectáculo raro. Sin embargo, las malas noticias que resonaron en su cerebro acortaron ese breve momento de alegría. Estuvo a punto de sonreír, pero su pena le hizo bajar las comisuras de los labios.
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