Al final, Jacinto no dejó ir a Carmela. Además de revocar su derecho a reclamar su asignación a Hacienda Oceánica como miembro de Ataraxia, también ordenó a Marco que la enviara a los suburbios. Este era un lugar empobrecido y remoto. Quien fuera enviado ahí tendría una vida dura.
—No, no, tío Jacinto. Lo siento... Lo siento. Por favor, dame otra oportunidad, tío Jacinto... ―A cuatro patas, Carmela imploró a Jacinto con desesperación.
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