Era la primera vez que Alexandra observaba de cerca a aquel niño. Para su desconcierto, descubrió que no mostraba tener miedo a pesar de estar encerrado tras la ventana. Esos ojos negros la miraban con atención. Había culpa y nerviosismo en su mirada, pero no había rastro de miedo.
Un momento después, Alexandra se levantó y se acercó a la ventana.
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