A Sabrina aún le dolía el estómago cuando regresaron al hotel. Después de recostarla en la cama, Isaac corrió a buscar un doctor. Su dolor era tan agudo que se sentía como si una creatura desconocida estuviera comiéndose sus intestinos poco a poco. Ella se hizo un ovillo bajo el cobertor, empapada de sudor. Todo el color se le había drenado del rostro. No mucho después, por fin regresó Isaac con el doctor.
—Doctor, revísela, ¿qué le pasa? —Cuando Isaac regresó, lo primero que vio fue a Sabrina quieta en la cama. Al instante entró en pánico y jaló al doctor con él mientras temblaba un poco.
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