—¿Firmaste un contrato cuando aceptaste el caso? —preguntó con el ceño fruncido.
—Yo... —Raquel apretó los dientes con frustración—. Solo lo acepté porque necesitaba el dinero. Parecía tan sincero cuando describía a la otra parte que pensé que sería imposible perder. Incluso dijo que, si ganábamos, me pagaría el doble de dinero, pero que, si perdíamos, tendría que pagarle cincuenta millones. No lo pensé mucho cuando firmé. —Estaba exasperada y levantó el ratón en el aire a punto de estrellarlo contra la mesa.
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