Gabriel fue al hospital. Julia yacía inconsciente y Daniel velaba junto a su lecho de enferma. Al ver que tenía las manos y los pies fríos como el hielo, la calentaba diligentemente con una toalla caliente. A pesar de las repetidas acciones, no encontraba ninguna molestia en la tarea.
Cuando Gabriel empujó la puerta y entró, Daniel no se sintió avergonzado delante de su nieto. Habló despacio:
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