Elisa sintió el peso de un hombre adulto tirando de ella hacia abajo. Se agarró con fuerza, decidida a no dejarse arrastrar. El hombre se sorprendió por el inesperado movimiento de Elisa. Con los ojos bien cerrados, se preparó para lo peor. Pero el dolor que esperaba nunca llegó. Lentamente, abrió un ojo y vio que Elisa le había agarrado. Elisa no tuvo elección. Era la más cercana al hombre y tenía que tomar una decisión. Podía ver cómo una vida se desvanecía ante sus ojos, además de mancharse la reputación de la empresa, o encontrar una salida a esta situación desesperada.
Se arriesgó porque no tenía otra opción. Los ojos del hombre no mostraban alivio por haber sobrevivido al desastre, sólo tristeza.
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