Elisa crispó los labios al ver que su tía seguía siendo tan poco sincera. Después de no verla durante algo de tiempo, Rosa había perdido su encanto y parecía más demacrada con su traje de prisión. Su piel, antes bien cuidada, estaba opaca y amarillenta; además, parecía tener más pecas. Por lo que Elisa pudo ver a simple vista, la mujer había adelgazado; era un lugar excelente para perder peso. Rosa no podía comer ni dormir bien y se sentía inquieta todos los días. Asimismo, no tenía la posibilidad de conectarse a Internet y llevaba una vida primitiva. Por suerte, era capaz de soportarlo; de lo contrario, temía enloquecer.
—¡Por supuesto! Puede que venga a verte a menudo —respondió tras ver todo aquello.
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