La expresión de Elisa cambió un poco y no dijo ni una palabra. En verdad no quería discutir esa situación ni continuar con el asunto. Si lo hacía, se molestaría por lo que sucedería a continuación.
Guillermo seguía conduciendo. Estaba igual que siempre. El tema había surgido, pero él se detuvo y cambió la dirección de la conversación; no hizo que Elisa se cansara de él. Pronto, ambos llegaron a su destino. Después de que ordenaron comida, comenzaron a hablar del tema oficial de conversación. Guillermo no la apresuró, sino que Elisa podía hablar cuando quisiera. Esa era la libertad que él le daba.
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