—De acuerdo —asintió Jeremías.
Su tío pidió a algunas personas que acercaran las sillas, aunque algunos ya habían tomado asiento. Nadie tenía intención de hablar y solo se limitaban a mirar fijo a la persona que tenían en frente observando la reacción de la señora Nora. Pasó otra hora, y Jeremías no pudo soportarlo más.
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