—Sí, lo haré.
Elisa asintió de acuerdo. Después de conversar un rato, Hilda no pudo evitar lamentar la situación con Elisa; estaba decepcionada de que se hubiera casado con otro hombre y de que ni siquiera pudiera amar a su hijo en ese momento. Aun así, enterarse de lo que sentía Siena apaciguó su tristeza. A Hilda le agradaban Elisa, Raquel y Siena y estaría contenta de que cualquiera de ellas fuera su nuera. Por desgracia, no tenía dos hijos. De otro modo, hubiera querido que tanto Raquel como Siena fueran sus nueras.
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