Cinco de diamantes; otra vez era un número de rango medio. Elisa no dijo nada, pero levantó las manos e hizo un gesto a los demás para que mostraran sus cartas. Al instante, las tres personas sentadas del lado opuesto de la mesa revelaron sus cartas en el sentido de las agujas del reloj.
Tres dos; la joven le ganó tanto a Enrique como al otro subordinado del traficante. Sin embargo, en cuanto el hombre volteó su carta, abrió los ojos y se sintió secretamente complacido; la carta era el siete de espadas. Sin decir una palabra, apostó otros treinta mil y, luego, le asintió a Gabriel, que lo ignoró y volteó sus cartas con indiferencia.
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