En primer lugar, Elisa nunca fue suya; fue Carlos quien se negó a aceptar la verdad e intentó olvidarla desde que Siena fue a hablar con él. Se abstenía de ver a Elisa y se preguntaba si ella tomaría la iniciativa de reunirse con él; quizás la joven había malinterpretado las señales de amor de su amiga. Si Elisa acudía a él, podría aprovechar la oportunidad para demostrarle a Siena que estaba equivocada.
No obstante, Elisa no lo buscó en ningún momento; por el contrario, su amistad se había deteriorado por un motivo concreto. Carlos estaba destrozado y empezó a plantearse si debía olvidarse de una vez de ella. Estaba en un dilema, pero, en ese momento, después de ver las noticias, sabía que debía dejarla ir. «Debo olvidarla».
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