A Elisa se le iluminó la mirada. Vio que, inconscientemente, la abuela revelaba en la mirada una felicidad inocente y la envidia destelló en los ojos de Elisa. A pesar de que jamás le había agradado al abuelo, él trataba bien y consentía a la abuela.
Era verdadera felicidad para la abuela sentirse alegre incluso en ese momento. Sabía que no eran jóvenes y estarían juntos de por vida.
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