La conversación entre Guillermo y su madre no era apropiada para que Elisa la escuchara. Por lo tanto, salió al amplio jardín de la residencia Domínguez.
Marina era dueña de un golden retriever. Cuando Elisa observó que el ama de llaves lo sacaba a jugar, se agachó inmediatamente frente al perro. El golden retriever tenía un comportamiento dócil y no mostraba signos de agresividad. Marina notó que el perro movía la cola en presencia de Elisa, lo cual indicaba de manera clara su afecto y simpatía hacia ella.
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