Elisa no se movió de su lugar en el sofá. Si fuera cualquier otra persona, quizá se hubiera marchado por lo que dijo, pero Elisa no era cualquier persona. No estaba apurada en decir nada. De hecho, tenía la mirada fija en él minuciosamente.
—Si no tienes nada más que decir, vete —dijo Benito con impaciencia.
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