Tras la decisión de Minerva de confiar en Elisa, se sintió obligada a seguir su consejo. Se tapó la nariz y se bebió el gran tazón de medicina. El ama de llevo trajo los caramelos que habían preparado de antemano para Minerva.
Carlomagno, que llevaba una vida llena de riesgos, pero nunca dejaba de proteger a Minerva, mostraba un indescriptible nivel de devoción hacia su familia. Pensando en Carlomagno, Elisa tomó la decisión de visitarlo. Para no levantar sospechas de Minerva, Carlomagno había dispuesto expresamente que su habitación estuviera en el cuarto piso.
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