Podría considerarse una especie de saludo, sin embargo, Elda no se lo creía; su mirada permanecía aguda e inquebrantable, fija en Elisa como si la hubiera señalado como presa.
No fue del todo su culpa, después de todo, tuvieron un acalorado desacuerdo antes de entrar en la sala del tribunal. Elda incluso había tratado de disuadir a Elisa justo antes de que comenzara el juicio.
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