Nadie quería perderse la oportunidad de interactuar con Elisa y Gabriel. Ambos regresaron con rapidez al auto. De vuelta, no dijeron una palabra; al llegar a la casa de Elisa, el hombre no se marchó, sino que la siguió hasta que entró, por lo que ella frunció un poco el ceño al verlo.
—¿Quieres un vaso de agua?
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