—Será mejor que tengas una buena razón para explicar por qué estás aquí en medio de la noche —dijo Elisa con voz aguda—. ¿Cómo entraste aquí cuando cerré la puerta del balcón?
Gabriel se sintió un poco culpable, pero sabía que no tenía más remedio que confesarse. Levantó las pruebas del crimen en sus manos. Después de aclararse la garganta, comenzó a explicar:
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