Desde que Belén fue asignada a su lado, Elisa la había estado observando y vigilando de cerca. Belén había cumplido con todas sus responsabilidades de manera meticulosa y se comportaba con una compostura e indiferencia ejemplares. Sin embargo, Elisa no lograba entender por qué alguien como Belén, que realizaba todas sus tareas a la perfección, se arrodillaría ante ella.
Antes de que Elisa pudiera formular la pregunta, Belén ya había bajado la cabeza y habló primero. Con voz ronca, Belén suplicó:
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