Con un cambio de actitud, Karina ya no se comportaba tan tímidamente como antes. Levantando una ceja, dijo con desdén: —¿Tengo que traer una cesta de frutas para ver si estás viva o muerta? Quizá debería haber traído crisantemos en su lugar.
Elisa miró a Karina con un deje de sorpresa. Ya ni siquiera se molestaba en disimular.
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