El hombre se negaba a soltar a Elisa, su salvadora. Agarró la mano de Elisa con firmeza, rehusándose a liberarla. Elisa se sentía demasiado incómoda. Tenía alrededor de cincuenta años. ¿Cómo es que no sabía aceptar un rechazo? Se comportaba de manera tan descarada, confiaba en una extraña sin razón aparente. Le resultaba difícil creer lo que él decía. Intentó liberar su mano, pero nunca imaginó que el hombre caería al suelo. En ese momento, otras personas se percataron.
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