Gabriel no dijo ni una sola palabra como si quisiera ignorarla. Elisa frunció el ceño, al parecer ella entendía. «Quizás quiere llevarme a casa porque siente que es peligroso andar de noche. ¿Qué le sucedería a la abuela si me meto en problemas?». Elisa frunció los labios y dejó de preguntar.
En el camino, ninguno de los dos dijo nada. El auto solo se detuvo cuando llegaron a la casa de Elisa. La mujer guardó silencio, se volteó a mirar al hombre y abrió la puerta del asiento del acompañante.
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