¡Bum! Sonó como si algo hubiera explotado. Gabriel tomó la mano de Elisa de inmediato y la empujó hacia el otro lado. En los ojos de la mujer se podía ver reflejado el miedo y dejó que él la guiara. Poco después, llegaron a la cabina de vuelo; el capitán estaba en un frenesí, pero intentaba apaciguar la situación cuando escuchó la conmoción afuera. No obstante, nadie lo escuchaba. Después de los sonidos metálicos, las personas ya habían comenzado a mirar por las ventanillas.
—¡Hay alguien! ¡Alguien nos está atacando! ¡Nos están disparando!
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