Edgardo fue adoptado, no era el legítimo heredero de su país. Lo que Irene anhelaba no era amor, sino poder. Una mujer de mediana edad evaluó a Irene. Tras un momento, la mujer expresó:
—Si no deseas estar con él, ¡no deshonres a la Familia Real en público! Si continúas comportándote a tu antojo, ¡el Rey no te perdonará! Si eso ocurre, ¡no culpes a la Princesa mayor por no protegerte!
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