Gabriel se sobresaltó, entonces, Elisa aprovechó la situación, se soltó y levantó la pierna para darle una patada; sin embargo, él la esquivó y comenzó a palpitarle la vena de la frente.
—¡Elisa Benedetti! —gritó. Nunca pensó que llegaría el día en que le enseñaría los colmillos.
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