—Ves, todavía no soportas sacrificarte. —Volvió a burlarse Elisa al ver su falta de respuesta.
Manteniéndose en silencio, el Señor Carrera agarró la garganta de Elisa con una mano y apretó el gatillo con la otra. Notó las intensas miradas del otro lado de la sala. Si perdía la concentración, aunque sólo fuera un momento, ¡sería un billete de ida a la muerte!
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