No podía molestarse en decirle nada, así que dejó el teléfono y volvió a cerrar los ojos. La expresión de Gabriel se tornó más escalofriante cuando ella lo ignoró.
Tomás sentía que el auto podía implosionar por el aura escalofriante si continuaban de esa manera. «¿Por qué todavía no hemos llegado? ¿Por qué todavía no hemos llegado?». De forma inconsciente, pisó el acelerador. Finalmente, llegaron en medio de la expectativa de Tomás y se entusiasmó, ya que no tendría que tolerar el aura opresiva.
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