Raquel estaba nerviosa, mirando desde un costado y empalideció cuando vio que la herida todavía sangraba y no se había curado. ¿Cómo podía ser tan grave? ¡La herida no había mejorado en lo más mínimo después de veinticuatro horas! Sentía pena por su amiga, por lo que su energía y buen humor desaparecieron en un instante. Mientras miraba la herida horrible, no pudo evitar afligirse por Elisa. Tenía la piel suave y sedosa mutilada. Solía ser tan perfecta sin marcas ni defectos.
En un principio, la doctora tenía pensado distraer la atención para que el dolor fuera más soportable, pero al ver que Elisa ni se inmutó con lo que le hacía, quedó impresionada con la resistencia, a pesar de ser tan joven. Luego, se apresuró y le acomodó la gasa. Fue precisa y rápida y no le resultó doloroso a Elisa.
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