Pero sus ojos eran como dos cuencas vacías, desprovistas de cualquier emoción.
Rosalinda permaneció inmóvil en su sitio, incapaz de moverse. No se atrevió a beber ni a tomar asiento. Sus ojos se abrieron de par en par por el miedo. El ambiente en la sala de reuniones se volvió incómodo. Luego lanzó una mirada suplicante a Pablo. Pablo se aclaró la garganta y dijo:
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