Cuando Linda se ofreció a conducir, Guillermo la miró por instinto. Sin embargo, rápido le hizo una señal a Camilo, que enseguida ocupó su lugar en el asiento trasero. Linda ocupó hábilmente el asiento del conductor, y sus movimientos fueron precisos. Guillermo, plenamente consciente de sus circunstancias, preguntó con calma:
—Señora Garay, ¿cuándo aprendió a conducir?
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