Mientras tanto, Gabriel trabajaba en su despacho. Al segundo siguiente, Tomás lo interrumpió y abrió la puerta de manera brusca. Gabriel frunció el ceño al verlo; su asistente era un hombre prudente, así que pudo deducir por su acción que había alguna situación urgente que atender. Justo cuando estaba pensando en ello, Tomás exclamó:
—¡Señor Weller, la señorita Elisa sufrió un accidente!
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