Bella miró a Gabriel, cuyo rostro estaba oscurecido, y comprendió cómo se había producido la frialdad. Rápido dejó los documentos y se dio la vuelta para salir de la habitación. Antes de irse, le dijo unas palabras a Gabriel. Asomando la cabeza por la puerta, Bella parpadeó hacia Elisa y dijo:
—Por cierto, Gabriel también me trajo el almuerzo, y está delicioso. Gracias, Gabriel. Aunque sé que todo es gracias a la Señora Benedetti. —Con eso, cerró la puerta y se fue.
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