De inmediato, Edgardo rio con suavidad.
—Eli, ¿de qué estás hablando? Si estuviera muerta, ¿cómo podría expresar mis sentimientos por ti? Sólo estaba haciendo una comparación, así que no te lo tomes a pecho. Entiendo que el señor Núñez esté a tu lado, y en efecto, soy impotente para hacerte daño. Dicho esto, no tengo intención de causarte ningún daño.
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