Ambos miraron la placa de identificación frente a ella al mismo tiempo. Cuando vieron su nombre, fue como si los hubiera alcanzado un rayo. «¡Elisa Benedetti! ¿Cómo puede ser ella?».
Jacinto y su abogado se quedaron atónitos. En ese momento, Benicio, que estaba sentado junto a Elisa, no pudo contener la risa; se sentía excelente. Jacinto se volvió loco cuando recobró los sentidos y miró furioso a Benicio. A pesar de que no dijo nada, su mirada furiosa expresaba todo. Era como si dijera: «¡Benicio! ¿No dijiste que la relación entre tú y Elisa no funcionó? ¿No dijiste que ella no tomó tu caso? ¿Por qué está aquí ahora?». El hombre insultó a Benicio en su interior.
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