—Sé que me desprecias y quieres encerrarme, pero no depende de ti. ¿Tienes alguna prueba? Los ojos de Rosalinda se abrieron de par en par, su rostro ya delgado ahora se redujo a meros huesos, haciendo que sus ojos redondos parecieran aún más grandes y aterradores.
Incapaz de contenerse, Gabriel chasqueó la lengua mientras se quitaba el polvo inexistente de su ropa.
Obtiene más cupones de libro que los de la appRecargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread