El rostro de Irene se torció de rabia al escuchar aquello. Incapaz de contenerse por más tiempo, lanzó un puñetazo a Edgardo. Sin embargo, Edgardo, que estaba bien entrenado, ya había percibido la hostilidad en los ojos de Irene. Esquivó rápido hacia un lado, haciendo que el ataque de Irene no diera en el blanco.
Irene no se rendía con facilidad. Lanzó otro ataque contra Edgardo, y pronto se enzarzaron en una feroz batalla. Sin embargo, como ambos esquivaban los ataques del otro, era imposible determinar un ganador. La implacable agresividad de Irene provenía de su antigua frustración con Edgardo.
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