Luego, colocó las manos a los lados del cuerpo de la mujer y sujetó la muñeca de la joven. En ese momento, estaban tan cerca el uno del otro que incluso podían sentir sus respiraciones. De inmediato, la expresión de Elisa cambió e intentó resistirse. Al tener en cuenta la diferencia de fuerza que existía entre hombres y mujeres, el resultado no fue una sorpresa para ninguno de los dos.
—¿Qué quieres, Gabriel? ¿Qué quieren de mí tú y tu familia? —preguntó furiosa mientras apretaba los dientes.
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