Guillermo no cedería sin importar lo que le dijera Marisa. Todo lo que quería era tener una cita con Elisa, quien había tratado de persuadirlo un par de veces, pero Marisa podía darse cuenta de que el hombre se rehusaba a aceptar. Además, parecía estar completamente enamorado y todo lo que le importaba era la posibilidad de trabajar con Elisa; no le importaba si el negocio iba a ser rentable. Al final, Marisa se dio por vencida.
Era la hora del almuerzo, así que Elisa tomó el bolso y se preparó para irse, pero Guillermo enseguida la tomó de la muñeca.
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