Guillermo permaneció en silencio. Aunque la pregunta era hipotética, era muy directa. Si fuera padre, no podría quedarse sin hacer nada viendo cómo su hija se casaba con alguien con las piernas paralizadas, ni permitir que quien dañó a su hijo se convirtiera en su nuera. En ese momento, comprendió por qué su madre había cambiado tanto.
—Tío Gonzalo, ahora lo comprendo.
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