Siena sonrió con indiferencia.
—¿Qué sentido tiene? Mis padres parecían obsesionados con que me casara con alguien de la familia Hernández. Sabían que me negaría, pero igual insistieron. —Le sacó el pañuelo de la mano de Raquel, se secó las lágrimas y sollozó—: Ni siquiera me llamaron por teléfono y eso que llevo mucho tiempo fuera. En lugar de eso, publicaron la noticia de mi compromiso en las redes sociales. ¿Les importará si me muero?
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