Mientras Gabriel hablaba, suspiró y miró a Elisa. Sus ojos negros lucían un poco tristes, y Elisa no se conmovió por su expresión. En respuesta a lo que mencionó, ella respondió indiferente.
—¿No estabas muy seguro? No te pasará nada, incluso si empeoras un poco. Puedes llamar a Tomás o a Jeremías. Estás tomando tu medicina, te estoy tratando y cuidando.
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